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No soy de Noruega

  • sagrime2013
  • Apr 14, 2021
  • 3 min read

Recuerdo una tarde fresca al llegar al Aeropuerto JFK. Hacía 60 grados en el mes de mayo pero para una muchacha del Caribe, ¡hacía frío! Mi mamá me esperaba en la terminal. Mami me trajo un suéter pesado y un gorro que ponerme. Ella estaba emocionadísima de verme aquí en Nueva York. Quería que fuera a la universidad y triunfara!

Camino a la casa, Mami seguía hablándome de Nueva York; mostrándome los edificios; feliz y nerviosa porque tuvo que tomar el día libre para darme la bienvenida en el aeropuerto. Su trabajo de seis días a la semana implicaba doblar toallas, sábanas, ropa de hospital y ropa en general en una lavandería comercial. Trabajaba de pie durante ocho horas al día. Su media hora de almuerzo no era pagada. Para llegar al fin de mes, también trabajaba los sábados. Este sábado era especial porque su hija mayor venía a vivir con ella. Tomó el día libre sin paga.

Mami fue maestra escolar durante 30 años en nuestro país de origen en América Latina. Se jubiló y vino a los Estados Unidos buscando un cambio. Ella era respetada y querida allá en nuestra tierra. Su nueva realidad era muy diferente a la que acababa de dejar. Aquí hacía un trabajo duro de bajo salario. Sin embargo, siempre había comida deliciosa en la mesa. Nuestra casa estaba impecable. Mis hermanos y yo nos reunimos con ella y todo lo que hemos hecho desde que llegamos a los EE.UU. ha sido ir a la universidad, sacar diplomas, trabajar y pagar impuestos. Mami siempre nos decía que todo lo que ella quería para nosotros era que triunfáramos. La hicimos sentir orgullosa. Lo sé porque ella le hablaba a todo el mundo acerca de sus hijos sacando diplomas universitarios y nunca metiéndose en problemas.

Como nosotros, hay millones de inmigrantes haciendo lo mismo. Escuchar al presidente de los Estados Unidos llamarnos criminales, violadores, asesinos, individuos infectados con el SIDA, haraganes, criaturas de m***da, de países de m***da es tan doloroso como darse cuenta que no eres parte de un país que has amado y donde has vivido por más de 36 años. Gracias a Dios que mi extraordinaria madre falleció y no está viva para escuchar a esta persona faltarnos al respeto y vilipendiarnos. Todos somos mexicanos, puertorriqueños, haitianos, africanos, Soñadores y mujeres. Mis lágrimas son un testimonio de la ira, la frustración y la decepción que siento en estos momentos.

Nosotros los inmigrantes miramos con respeto al sistema democrático de los Estados Unidos como un faro de justicia, respeto y oportunidades. Pagamos con creces cada bocado de comida que nos metemos en la boca. Cada par de zapatos y pantalones es apreciado porque lo ganamos sudando como mi madre y el resto de nosotros, quienes lo hemos hecho y lo seguiremos haciendo. Culpo a esos que lo pusieron en la presidencia, a esos que lo mantienen allí, y a esos que no están haciendo nada para salvar la república más vieja de los tiempos modernos.

Para honrar la memoria de mi madre, hago todo lo que está en mi poder para desahogarme contra este inconsciente, vil, maligno y peligroso poder que está destruyendo la sustancia misma de los Estados Unidos. Desde donde estaba en América Latina, creía que este era el mejor país del mundo. Después de vivir una vida de sacrificios, duro trabajo y orgullo después de hacerme ciudadana de los Estados Unidos, ya no me siento ni segura aquí ni esperanzada. Temo por mí, por mis hermanos y por todos nosotros que no venimos de Noruega.

 
 
 

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